Muchos kilómetros caminé, muchas
calles recorrí, por muchas ciudades viaje, muchos años de mi
empleé.
Me cruce con un sinfín de personas,
perros, árboles y demás seres vivos y no vivos.
He preguntado por ti y nadie supo
decirme en donde encontrarte. Sin pistas, sin ningún rastro, me
estaba dando por vencido. Una voz que charla conmigo me anima a
desistir en tu búsqueda.
Estuve bastante tiempo mal, muy
angustiado, sintiendo que aquí sin ti no hacía nada. Como de
costumbre me tumbo en la cama y me duermo. Cuando me doy cuenta veo
que estoy caminando por una calle.
Paro en una escuela, observo como los
alumnos salen de la misma (esto me transporta a épocas pasadas), uno
en particular me llama la atención, veo como su madre lo abraza, un
abrazo que me llega.
Sigo atentamente a madre e hijo, veo
como ingresan a su hogar. Un momento después llega un hombre (seguro
el padre del niño), veo como ambos se funden en un abrazo, un abrazo
muy emocionante.
Luego camino de regreso a casa, observo
un abuelo paseando a su perrito, algo muy lindo (más que un perro
parecía su hijo o nieto), le habla, acaricia y se nota que ama.
Sigo y veo flores, mariposas, se me dio
por observar el cielo, lo vi como nunca, con un azul intenso, unas
pocas nubes blancas y un sol muy brillante.
Todo esto me dio una sensación de
libertad increíble, me lleno el pecho de alegría, me sentí como en
una nube.
Cuando quise darme cuenta estaba frente
a mi casa, ingreso a la misma, me veo acostado, me despierto
sobresaltado, con una fuerte sensación de ahogo (como si regresara
de la muerte).
Ahora me doy cuenta que ya te encontré.
Que siempre estuviste conmigo. Estoy aquí para disfrutar de ti.
Vida.
Andrés Gugliucci Sena
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